martes, 8 de marzo de 2011

EL COLISEUM Y LOS CONCIERTOS


Asistí recientemente a presenciar el concierto de uno de los más grandes poetas y canta-autores de nuestra época, el catalán Joan Manuel Serrat. Con la humildad que otorga la sabiduría, pero con una presencia impactante, Serrat fue desgranando una a una, las canciones que le han inmortalizado. Poemas de Antonio Machado, de Manuel Hernández y de su propia cosecha fueron interpretados de forma impecable.

El grupo de seis músicos que le acompañó, puede calificarse como de calidad superior. El diálogo de Serrat entre canción y canción, fue uno entretenido, inteligente, con buen humor y con las variantes propias que dan  los años en este oficio de entretener y comunicar. Y justamente aquí es donde surge el pelo en la sopa. Para poder entender las palabras de Serrat había que estar más que atento, con el oído concentrado en los altavoces, ya que la excesiva resonancia del Nacional de Ingenieros Coliseum, hacía las veces de barrera u obstáculo a la buena comunicación.

Recuerdo que para la inauguración de este importante gimnasio, diseñado para jugar al basquetbol, deporte de los amores de Ibis López y su esposa, estuve como parte del grupo Trilogía y la sensación que nos quedó, es que nadie entendió una papa de lo que cantamos y si acaso, por ser canciones conocidas o por mero cariño, la gente las aplaudió.

Sucede que esta estructura adolece de un serio problema acústico derivado de la forma de cúpula que tiene el techo. Este diseño, propio de los gimnasios, provoca que el sonido, que viaja en ondas, rebote de un lado al otro y de arriba hacia abajo de forma continua y se convierta, al cabo de un rato, en una mezcla de sonidos indescifrables, que impide apreciar, tanto lo que se dice, como lo que se canta. Los instrumentos y los equipos de amplificación de voces, que en el caso de Serrat eran de muy buena calidad, así como sus ingenieros de sonido, no logran compensar adecuadamente el rebote de sonido.

Este serio problema acústico, se conoce desde la construcción de la monumental edificación, pero hasta la fecha, nada se ha hecho para remediarlo. Lo paradójico es que un alto porcentaje de los artistas internacionales que vienen a nuestro país, van a dar allí y estoy convencido, que una vez han pasado por el suplicio de cantar sin escucharse, no deben quedar convidados para volver a nuestro país.

Ahora bien, todo problema tiene solución y una que he visto en múltiples locales de similar estructura a la del Coliseum, es colocarle un cielo raso con material acústico y de esa manera, evitar que las ondas de sonido suban hasta la cúpula y regresen. Por lo general, estos lugares están dotados de equipos de aire acondicionado central para compensar el calor que se genera al bajar el techo. Pienso que la solución, si bien no barata, se hace imprescindible si se quiere dotar a Tegucigalpa de un lugar apropiado para los espectáculos musicales.

Ojalá los propietarios del Coliseum, se preocupen por hacer algo en pro de la calidad acústica de los artistas, que siendo comunicadores, seguramente se deben sorprender y no gratamente, cuando se enteran de lo mal que suenan en este lugar. Volviendo a Serrat, en uno de sus diálogos, preguntó si escuchábamos bien. Por cortesía, la multitud respondió que si, a lo cual Serrat dijo: ¡qué suerte tienen ustedes! dando a entender que él no se escuchaba bien.

Y para poner la cereza en este helado, debo decir que si algún día se deciden a arreglar acústicamente el Nacional de Ingenieros Coliseum, ojalá aprovechen para dotarlo de espacios accesibles para la compra de bebidas y chucherías, ya que actualmente, los que vamos a gradería, debemos conformarnos con el olor de algunas cosas que se venden, ya que los locales expendedores se encuentran ubicados en la zona de acceso a V.I.P. ¡Soñar no cuesta nada!     

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