martes, 13 de marzo de 2012

¡HAGAN FUEGO SEÑORES!


En Honduras sólo tenemos dos estaciones claramente marcadas, la de agua y la de fuego. En la primera llueve a cántaros, los ríos se desbordan, las casas se derrumban, los campos se inundan y los puentes se caen. Algunas veces se reconstruyen las obras destruidas, otras muchas se quedan esperando a que algún gobierno caritativo se apiade y las mande a levantar nuevamente.

Esta vez quiero referirme a la segunda estación, la del fuego. La misma comienza el mes de marzo y se extiende, más o menos, hasta mayo o junio, cuando San Isidro abre los grifos del cielo y volvemos a recibir el líquido vital. Generalmente para entonces, miles de hectáreas de bosque han dejado de existir, producto de quemas insensatas provocadas, en su mayoría, por individuos pirómanos que experimentan una morbosa satisfacción casi sexual, observando como el producto de la naturaleza, que tarda años en crecer, se consume en largas lenguas tórridas que arrasan con todo.

De nada sirven las tibias campañas radiales, periodísticas o televisivas que intentan servir de disuasivo y solicitan evitar a toda costa los incendios forestales. Dichas campañas caen siempre en los sordos oídos de una comunidad que parece regocijarse con las llamas y que poco o nada hace para evitar que las áreas boscosas, se vayan convirtiendo paulatinamente, en terrenos calcinados donde luego nada crece.

Imagino que está en nuestra idiosincrasia ser más duros de entendedera que una piedra de rio, muchos hondureños irresponsables y salvajes no entienden de razones y continúan arrojando elementos ígneos cuando la hierba está seca y se enciende con facilidad. No pueden retrasar su placer y por ello, andan buscando lugares donde satisfacer esas necesidades libidinosas mediante incendios forestales que amenazan no sólo la flora y la fauna, sino también las propiedades de terceros.

Recientemente, estuve invitado a una casa en Loma Alta, comunidad cercana a la Aldea El Chimbo, carretera a Santa Lucia. Cenando con los anfitriones me encontraba, cuando advertí que su casa, la cual está rodeada de un bello bosque de pino y roble, estaba a punto de quedar en el centro de un pavoroso incendio. Con rapidez salimos a conectar mangueras de patio para tratar de aplacar las llamas, mientras se llamaba al Cuerpo de Bomberos que por dicha, tiene una estación en las cercanías.

Tratar de combatir este tipo de incendio forestal de flamas elevadísimas con mangueras de patio, es equivalente a querer detener un rinoceronte furioso con un rifle de balines. Las llamas parecen reírse de uno, el humo se introduce alevosamente en ojos y garganta, amenazando con asfixiar a cualquiera. Y si para colmo hay mucho viento, como en esta ocasión, se corre el riesgo de que en un brusco cambio de dirección, las llamas acorralen a los que intentan apagarlas. No pocos valientes han muerto calcinados por este tipo de conflagración.

Afortunadamente para mis anfitriones, los abnegados bomberos llegaron rápidamente y además, los miembros de aquella comunidad se mostraron sumamente solidarios, acudiendo con machetes, palas, azadones, rastrillos y mucha buena voluntad para colaborar en la extinción de este infierno. Por cuatro horas, los bomberos de El Chimbo y una unidad cisterna que vino desde Tegucigalpa, con los vecinos luchando a la par, combatieron arduamente hasta sofocar las llamas que repetidamente parecían revivir de la nada.   

Al final, todos terminaron sucios y sudorosos, pero con la satisfacción de haber apagado uno de los muchos incendios que seguramente les tocará enfrentar este año. Los pervertidos sexuales que lo originaron deben haberse dormido soñando con las llamas y el crepitar de las ramas secas. Qué vergüenza que tantos hondureños seamos tan insensatos, que no aprendamos lecciones, contradiciendo absolutamente el calificativo de inteligentes que supuestamente nos merecemos como seres humanos. Si fuésemos inteligentes, aprenderíamos lecciones y no cometeríamos los mismos errores año tras año.

Ojalá que la próxima vez que uno de estos aberrados encienda el cigarrillo o el fósforo para incendiar el bosque, le caiga un rayo y lo parta, para que sienta en carne propia el dolor que sienten los arboles y los animales al quemarse. No creo que haya remedio para los pirómanos. Además de ser insensibles e irresponsables, son casos perdidos, con los cuales poco o nada puede hacer la sociedad. ¡Hagan fuego señores, la temporada de incendios está abierta!

jueves, 26 de enero de 2012

JAIME MONTECINOS (Cuando un amigo se va)

Muy tarde y por circunstancias varias, me enteré del desaparecimiento físico del buen amigo limeño Jaime Salvador Montesinos, hecho acaecido en octubre del año recién pasado. Yendo de Tegucigalpa hacia San Pedro Sula, paré en un restaurante del Lago de Yojoa y al ir a pagar mi consumo, vi una revista con la foto del amigo. Interesado compré la revista y al ir leyendo, me di cuenta que Jaime había partido en ese viaje que toda la Humanidad, por naturaleza, debe emprender algún día.

Sentí una gran tristeza por haber perdido un buen amigo, sentimiento mezclado con la alegría que reflejaba su rostro de sonrisa fácil, en la portada de la revista Nocturnal que tenía en mis manos y que luego descubrí, era otro de los exitosos proyectos emprendidos por este hombre inquieto, de múltiples y variados intereses y a quien conocí por mis andanzas en la música.

Recordé la primera vez que hablé con él por  teléfono, cuando me contactó para llevar a mi grupo Trilogía a la fiesta que anualmente organizaba en La Lima, Departamento de Cortés, específicamente en el Polideportivo Chulavista. Fue una primera plática de negocios, pero constituyó el inicio de una relación amistosa que se mantuvo a lo largo del tiempo.

Sonrío al recordar que cuando llegamos a La Lima, le conocimos, sudoroso y agitado, ultimando los detalles de aquella fiesta que era su niña bonita. Verificaba que los grupos musicales todos, salvo nosotros, de la Costa Norte, estuviesen en los lugares asignados, que las sillas y mesas hubiesen llegado, que los refrescos y cervezas estuviesen helándose para refrescar a los miles de asistentes a aquella reunión musical en el calor del trópico hondureño.

A pesar de sus múltiples obligaciones de organizador, en esa ocasión nos dedicó unos minutos para recibirnos como invitados especiales, nos ubicó en el hotel y se puso a nuestra disposición para resolver cualquier inquietud que pudiera surgir. Esa vez nuestro problema era de amplificación de sonido. Pues Jaime habló con Tito Villela, Director de la famosa Orquesta Regis para nos diera la potencia necesaria a nuestra música y así pudiese ser escuchada por los bailarines y escuchas.

Ya durante la fiesta, denominada Nocturnal de Junio, en memoria de las que organizaba su padre, siempre estaba pendiente de que tuviésemos todo lo necesario para una buena presentación. Su esposa, doña Cristina, siempre estaba a su lado, ayudándole en las labores de boletería. Ella, de carácter sosegado y paciente, era la contraparte perfecta para Jaime, todo energía, entusiasmo, sueños y proyectos.

Cuando le conocí trabajaba en la sucursal de una institución bancaria y cada vez que me llamaba, su secretaria me decía - Le va a hablar el Lic. Montesinos-. Ser banquero era una de las tantas facetas de Jaime. Además le gustaba escribir, la fotografía, los viajes al interior de nuestra Honduras, la organización de su fiesta y la comunicación, afición de la cual surge la revista Nocturnal, hoy a cargo de sus hijos.

Desde la primera vez que fuimos a tocar La Lima, nos convertimos en imprescindibles del Nocturnal de Junio durante varios años. Jaime decía que éramos su grupo preferido, quiero pensar que así era. Lo simpático es que siempre nos retaba a preparar nuestro mejor show, ya que nos decía que ese año iría el grupo tal o el grupo cual y que iba a ser el duelo de la noche. Buen sicólogo innato, nos motivaba a prepararnos a conciencia.

La última vez que le vi, iba yo caminando y desde un carro me gritaron un saludo. Al volver la vista vi que era Jaime acompañado de su esposa ya de salida hacia La Lima. Nos saludamos con el aprecio de siempre y la imagen que guarda mi memoria es la del Jaime de siempre, alegre, platicador, siempre animoso, con sueños y proyectos por realizar. Estoy seguro que en el cielo está ayudando en la organización de eventos, si no es dirigiéndolos.  Adiós amigo, siempre estarás en nuestro recuerdo como alguien especial.