viernes, 20 de mayo de 2011

NUESTRA ESENCIA ARTISTICO -MUSICAL

Con frecuencia escucho en medios de comunicación, comentarios sobre nuestra falta de identidad cultural y artística. Los mismos apuntan en muchas direcciones y concluyen generalmente en un mismo punto: que el hondureño debería apreciar más su propia cultura y su arte, representada por una variedad de elementos que en conjunto conformarían un supuesto constructo propio, bien definido, fácilmente identificable y hasta cierto punto homogéneo, lo cual dudo que sea así, por las múltiples etnias que componen la hondureñidad.

El arte es entendido como cualquier actividad o producto realizado por el ser humano con una finalidad estética o comunicativa, a través de la cual se expresan ideas, emociones o en general, una visión del mundo, mediante diversos recursos, como los plásticos, lingüísticos, sonoros o mixtos.  El arte es un componente de la cultura, reflejando en su concepción la transmisión de ideas y valores a lo largo del espacio y el tiempo.

Particularmente, en el ámbito artístico y en especial en el musical, he hecho reflexión y plática con otros artistas y de las mismas han surgido algunas ideas. La primera de ellas es el notorio “malinchismo” artístico del hondureño. Quizá sea históricamente derivado del hecho de haber tenido que someter las propias manifestaciones, primero a los conquista española y luego, de manera un poco más sutil, pero igualmente efectiva, a la conquista musical por los mexicanos, los estadounidenses y más recientemente los dominicanos y puertorriqueños, si de música estamos hablando. Siempre las manifestaciones artístico musicales externas han sido, son y seguramente seguirán siendo “mejores” en la mente de nuestra gente.

Este sojuzgamiento más mental que otra cosa, nos ha impedido expresar con mayor libertad nuestra propia idiosincrasia, pensando siempre que lo que hagamos no estará a la altura o tendrá que ser aprobado por alguien que venga del exterior a decirnos que está bien. Por el lado de los recipientes de nuestro arte, o sea todos los demás hondureños, nos encontramos con la barrera también mental, de que lo que hacemos es “bueno” siempre y cuando se parezca al estilo de alguien del exterior. Difícilmente, nuestros productos artísticos pueden competir de igual a igual con los foráneos.

Un poco de apertura ha encontrado la confección de algunos productos artísticos artesanales elaborados en barro y uno que otro pintor que a costa de muchos sacrificios ha logrado que su obra sea apreciada fuera de las fronteras, pero en materia musical o literaria por ejemplo, pienso que estamos hoy peor que nunca. A duras penas, algunos autores literarios jóvenes han logrado hacerse visibles y ser leídos a lo interno, pero en evidente inferioridad de condiciones con respecto a lo que viene de fuera. Sin embargo, en lo musical seguimos estando de capa raída y caída. Nuestras radios y televisoras siguen haciendo caso omiso de las eventuales manifestaciones artístico-musicales de las generaciones jóvenes.

Esto resulta paradójico, habida cuenta que hoy en día grabar, otrora toda una hazaña, puede hacerse en cualquier cuarto de la casa, con el “boom” de los programas de cómputo diseñados específicamente para tal fin. Sin embargo, las pocas o muchas grabaciones que se realizan, reciben “cero” respaldo en los medios radiales y seguimos rindiendo culto a la música y anti música que nos llega del exterior.

Nuestros compositores, están más preocupados de copiar estilos importados, que de experimentar sus propios sonidos e ideas. En muchos casos, intuyo que hay una lucha interna entre lo que se es en “esencia” y lo que se cree que se debe ser para llegar al público. Esto debilita la originalidad y la construcción de una música hondureña moderna que recoja nuestra identidad. Además, seguimos creyendo erróneamente que la música hondureña solo la constituyen unas cuantas canciones tradicionales en sique o en bolero que se compusieron hace ya varias décadas.

Hay una pléyade de jóvenes académicamente formados en música, talentosísimos muchos de ellos, pero se pierden en estériles luchas por definir quién sabe más o quién toca mejor, cuando deberían estar buscando formas para unirse e ir creando una nueva oleada de música nacional o al menos rescatando y renovando lo que se haya hecho en el pasado.

Sabemos que nuestro pueblo ha sido alienado por la música extranjera, pero la única manera de llevarlo a otros niveles es mostrándole y convenciéndolo de que aquí también podemos y sabemos hacer música con sello catracho, algo que por ser nuestro debería tener un valor especial. El camino no es fácil, pero con una producción constante y sistemática, en algo podríamos revertir la inercia que hasta ahora ha marcado nuestro devenir artístico musical.

Ojalá nuestros jóvenes talentos musicales sigan consejo, se dediquen a producir y en bloque exijan la difusión de sus obras en los medios radiales y televisivos. El arte debe ser expuesto, si no para qué hacerlo? Para auto complacerse? Parece un contrasentido. Todo artista “vive” del reconocimiento que se hace de su obra, del aplauso y del elogio. Ojala pronto vayamos rompiendo paradigmas.

lunes, 9 de mayo de 2011

CRITIC-ARTE Y LA CULTURA

Recientemente fui invitado por José H. Bográn a participar en un conversatorio sobre mi trayectoria artístico-musical. José es una persona joven, dinámica y multifacética. Es escritor de novelas, crítico de cine, aficionado al teatro y a la música. La señora Waldina Bográn, periodista y redactora social del ambiente sampedrano por muchos años, es su madre e intuyo que de allí deriva José, esa amplia y clara visión de la cultura y las artes.

Por lo general, el primer jueves de cada mes José, en su carácter de cabeza de Critic-Arte convoca a gente involucrada o amante de la cultura y las artes al amplio y elegante Centro Cultural Sampedrano. Su distinguida y amable directora, Katia Sosa, le ha dado cabida para desarrollar estos conversatorios con distintas personas de la música, las letras, la pintura y la cultura en general. La respuesta es diversa, en mi caso no llegaron muchos, pero quienes me acompañaron fueron sumamente participativos y a lo largo del coloquio tuvimos oportunidad de abordar varios temas.

Uno de ellos salió a relucir de forma natural: cómo hacer para impulsar el desarrollo cultural de los hondureños, tan de capa caída en estos tiempos. De la plática, muy interesante por cierto y con participación de todos los asistentes,  pudimos deducir que es un tema complejo, fácil de abordar, pero difícil a la hora de encontrarle causas y soluciones.

Una de las causas que se percibió fue el del  pobre o nulo interés del hondureño por la lectura. Se mencionó que a duras penas, la formación educacional le permite a niños y adolescentes e incluso a universitarios leer correctamente los textos escolares. La lectura por el mero gusto de hacerla o por cultivar el intelecto es cosa del pasado y no se ve cómo pueda retomarse de manera sistemática. Los padres y abuelos, los primeros llamados a incentivar este beneficioso hábito, lo han abandonado casi por completo. Igualmente, la mayoría de los maestros, por su propia incultura y falta de interés, poco o nada se preocupan por ello.

Y resulta interesante que cuando los muchachos son obligados a leer, se les asigna libros de autores extranjeros y casi nunca los de buenos autores jóvenes que ha producido nuestro país. La consigna parece ser siempre “lo de afuera es mejor”. No hay duda que la lectura y análisis de los clásicos debería ser constante, pero podría buscarse un balance para incentivar a otros hondureños a escribir sobre diversos temas. No parece entenderse que “la lectura es fuente de cultura”.

La televisión y la computadora, si bien importantes tecnologías que en muchos países sirven para incrementar el acervo cultural, las ciencias y las artes, en nuestro país han vuelto a las nuevas generaciones en individuos pasivos y dependientes, con mínimo desarrollo de la imaginación y la creatividad, aspectos que la lectura impulsa de muy buena forma. Las tareas que involucran lectura se sustituyen por la versión en video y por el famoso “copia y pega”, sin que el muchacho o muchacha hagan el más mínimo esfuerzo por ir a las fuentes originales que están en los libros. El desuso de los diccionarios es otro de los graves problemas para el desarrollo de un buen vocabulario, la buena ortografía y la comprensión de palabras, tanto de uso común como técnicas.

La falta de apoyo financiero tanto gubernamental como privado, para actividades culturales es otro de los aspectos que abordamos. El Ministerio de Cultura, Artes y Deportes se queda cortísimo por lejos, en el apoyo al desarrollo cultural. La falta de identidad cultural es patente. Nuestros artistas en sus diversas facetas, son por lo general personas de recursos limitados y en muchos casos, meros imitadores de tendencias y estilos de otros países más desarrollados, lo cual nos somete y sojuzga y además nos conduce inexorablemente a apreciar sólo lo foráneo y rechazar lo nuestro.

Se habló también del egoísmo y la falta de colaboración que priva entre los artistas hondureños, situación que contribuye a la pobre difusión de sus obras. En el caso de la música, se destacó el importante papel que podrían jugar las radioemisoras, pero es patente la falta de apoyo que existe para la producción nacional. Esto es paradójico, pues con las nuevas tecnologías de grabación, hasta en la casa se puede grabar canciones. Además, hay un resurgimiento de artistas jóvenes con bastante educación musical y talento.

Algunas de las conclusiones que sacamos fueron: urgencia en buscar formas de incentivar a los padres para que inculquen el buen hábito de la lectura en casa. Igual papel les corresponde a los maestros. Es necesario que el Gobierno apoye más las artes y la cultura, ya sea con leyes o directamente, creando espacios y forzando la difusión de las obras nacionales. Nuestro “malinchismo” cultural debe ser frenado y sustituido por el aprecio y el estimulo a lo nuestro.

El conversatorio promovido por José H. Bográn de Critic-Arte fue una excelente ocasión para hablar sobre la cultura en Honduras, un tema que nos debería preocupar a todos. Ojalá sigamos conversando al respecto y vayamos buscando soluciones efectivas, de otra forma, seguiremos siendo unos pobres e incultos dependientes culturales y artísticos.